Hoy, ver una Apple Store en una capital mundial es parte del paisaje urbano. Pero en 2003, la estrategia de retail de Apple era una apuesta arriesgada que apenas empezaba a despegar en Estados Unidos. Cuando llegó el momento de cruzar fronteras, la lógica empresarial dictaba mirar hacia Londres o París. Sin embargo, Steve Jobs miró hacia Oriente.
El 30 de noviembre de 2003, Apple abrió su primera tienda internacional en el distrito de Ginza, en Tokio. Y no fue una elección basada en hojas de cálculo, fue el resultado de la profunda admiración que Jobs sentía por Japón, un país que moldeó su estética, su famoso uniforme y la propia identidad de Apple.
Steve Jobs Ginza y no Akihabara: una decisión más importante de lo que parece
Para entender la magnitud de la decisión, hay que mirar el mapa de Tokio. Lo fácil, lo predecible para una empresa de ordenadores, habría sido instalarse en Akihabara, el legendario barrio de la electrónica y el manga. Allí es donde se vendían los gadgets. Pero Apple hizo lo contrario. Se fue a Ginza.
Al plantar su bandera rodeado de escaparates de Dior, Gucci, Louis Vuitton y Cartier, Apple mandó un mensaje que hoy vemos obvio pero que en 2003 era revolucionario: el Mac y el iPod no eran "cacharros" de informática, eran accesorios de moda y estilo de vida.
Apple Store de Ginza antes de su demolición y posterior reforma
La inauguración fue un choque cultural en el mejor de los sentidos. Los asistentes lo compararon con la apertura de Tokyo Disneyland. Mientras que el comercio japonés tradicional recibe al cliente con reverencias, los empleados de la Apple Store de Ginza recibieron a los miles de fans que hacían cola bajo la lluvia con choques de manos y aplausos.
La expectación fue tal que Apple tuvo que ampliar el número de camisetas conmemorativas que regaló, pasando de las 1.000 habituales a 2.500. Además, se organizó un sorteo especial cuyo ganador se llevó un iMac, una videocámara, una cámara digital y una impresora.
¿Por qué Japón tenía prioridad sobre Europa?
Su relación de Steve Jobs con el país nipón venía de lejos, concretamente de una visita a una fábrica de Sony en los años 80. Allí, Jobs quedó impresionado al ver que todos los empleados vestían el mismo uniforme: una chaqueta de nailon diseñada por Issey Miyake. El presidente de Sony le explicó que tras la guerra, las empresas vestían a sus empleados, creando un vínculo de lealtad único.
El uniforme de Sony desmontable que tanto llamó la atención a Steve Jobs
Jobs intentó replicar eso en Cupertino con un chaleco diseñado por Miyake, pero salió trasquilado: "Todo el mundo odiaba la idea", confesó después. Sin embargo, de ese fracaso empresarial nació su estilo personal. Jobs adoptó el jersey cuello alto negro de Miyake como su propio uniforme, simplificando su vida y honrando esa estética minimalista y zen que tanto admiraba de Japón.
Esa amistad se mantendría hasta la muerte de Jobs. Y décadas después, Apple ha vuelto a colaborar con la firma de Miyake, esta vez lanzando el iPhone Pocket: un calcetín de lujo que solo se vende en diez Apple Store del mundo, incluyendo la propia Ginza.
Issey Miyake y Steve Jobs
Pero la conexión con Japón iba mucho más allá de la moda. Desde joven, Jobs practicó el budismo zen, una tradición arraigada en Japón que influyó en su búsqueda de la simplicidad y el minimalismo. Su maestro y mentor espiritual durante más de 20 años fue Kobun Chino Otogawa, un monje zen japonés que incluso ofició su boda. Abrir en Tokio antes que en Londres iba más allá de hacer negocios. Era devolver el gesto a una cultura que le había dado la base de su filosofía.
Un legado que sobrevive (y se renueva)
La apuesta salió redonda. Japón pasó de ser un mercado difícil (donde el gobierno de EEUU llegó a publicar manuales sobre "cómo no hacer negocios" basándose en los errores iniciales de Apple) a convertirse en un bastión de la marca.
La tienda de Ginza se convirtió en un templo. Fue allí donde, en 2011, miles de japoneses se congregaron espontáneamente para llorar la muerte de Steve Jobs. Y es allí donde la historia continúa: aunque el edificio original fue demolido recientemente para dar paso a una estructura más moderna, Apple reabrió sus puertas en la misma ubicación en septiembre de este mismo año.
Tim Cook lo resumió mejor que nadie en la reinauguración: "Apple Ginza ocupa un lugar especial en nuestros corazones". Y no es para menos. Fue el lugar donde Apple demostró al mundo que podía ser una marca de lujo global, y donde Steve Jobs cerró el círculo con el país que le enseñó que menos es más.
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