Si hay una sensación que se nos queda en este final de 2025 es la de: "¿Pero qué está pasando en el Apple Park?". Llevamos unas semanas que parece un final de temporada de una serie de HBO. En cuestión de meses hemos visto cómo se vaciaban despachos: el jefe de diseño de interfaz haciendo las maletas, el responsable del iPhone Air yéndose a una startup y la cúpula de Inteligencia Artificial poniendo rumbo a Meta.
Algunas son jubilaciones, otras son finales de etapa... pero las que más llaman la atención son los fichajes de Meta. Contrataciones a golpe de talonario. Y aun así, Apple mantiene el "buen rollo" corporativo. Comunicados asépticos, agradecimientos... Apple suele gestionar estas cosas con un guante de seda.
Pero hubo una vez en la que Apple no fue tan elegante. Sucedió una tarde de 2012 en la que Tim Cook se cansó de las medias tintas y protagonizó la mayor crisis directiva de la compañía. No hubo comunicado de "gracias por los servicios prestados". Hubo una carta de disculpa sobre la mesa y una orden: fírmala o vete.
El día que el iPhone nos mandó a una pista de aterrizaje
Para entender el enfado de Tim Cook hay que ponerse en situación. Septiembre de 2012. Apple lanza iOS 6 y decide divorciarse de Google Maps para estrenar sus propios mapas. La idea era buena: independencia total. La ejecución fue un desastre.
En cuanto actualizamos, el mundo se volvió loco. Literalmente. El puente de la presa Hoover aparecía derretido como en un cuadro de Dalí, la estatua de la Libertad desaparecía y, en lo que pudo ser una desgracia real, la aplicación mandó a varios conductores en Alaska a cruzar una pista de rodaje del aeropuerto como si fuera una autovía.
Todo esto pasaba, además, a poco más de un año de la muerte de Steve Jobs. Por dentro, el primer nombre en caer fue Richard Williamson, responsable directo del equipo de mapas. Eddy Cue tomó las riendas del proyecto. Pero el problema ya no era solo técnico: la compañía entera estaba quedando en evidencia. Había que dar una respuesta a la altura del desastre.
El pulso de egos: Forstall vs Cook
La solución de emergencia no era técnica (que también), era humana. Había que pedir perdón. Porque unos mapas así no se arreglan ni en un mes ni en un año. Tim Cook redactó una carta abierta a los clientes admitiendo que habían metido la pata ("lo sentimos mucho", decía el borrador) y recomendando usar apps de la competencia mientras lo arreglaban. Lo lógico era que esa carta la firmara el responsable de iOS 6: Scott Forstall.
Pero claro, Scott Forstall no era un cualquiera. Era el vicepresidente de iOS, el padre del software del iPhone y el ojito derecho de Steve Jobs. Un tipo brillante, sí, pero también conocido por ser insoportable en el trato y crear bandos dentro de la empresa. Cuando Tim Cook le puso la carta delante, Scott Forstall dijo que ni hablar.
Su argumento fue que la culpa no era suya, sino de la empresa, y que la carta no debía llevar su nombre. Se enrocó. Pensó que seguía viviendo en la época de Jobs, donde ser un genio te daba carta blanca para todo. Pero Tim Cook no estaba para juegos. Ante la negativa, Tim Cook firmó la carta él mismo y, acto seguido, firmó el la salida de Forstall.
Qué pasó justo después del portazo
El "firma o te vas" no se quedó en un ajuste de cuentas personal. Vino acompañado de una reestructuración que explica buena parte de la Apple que conocemos hoy.
- Jony Ive dejó de ser solo el hombre de los chasis de aluminio y pasó a encargarse también de la interfaz. Hardware y software bajo un mismo paraguas de diseño.
- Craig Federighi asumió el control del software, juntando iOS y macOS en un mismo saco. A partir de ahí, él se convirtió en la cara visible de las nuevas versiones del sistema en las keynotes.
- Eddy Cue se quedó con los fuegos que había que apagar: no solo iTunes y los servicios online, también Siri y Apple Maps, dos frentes delicados a la vez.
- Oficialmente, Scott Forstall pasó a ser "asesor" de Tim Cook durante un periodo de transición. En la práctica, desapareció de la foto y nunca más volvió a subirse a un escenario de Apple.
Años después, Eddy Cue explicaría el estado de ánimo de aquellos días con una frase: "lo primero que sientes es vergüenza". Habían infravalorado la complejidad del producto y el golpe a la reputación les dolió mucho más que los titulares.
La otra mitad de la historia es lo que pasó con Mapas después de la crisis. Apple no lo tiró por la borda ni volvió a Google. Decidió arreglarlo, cueste lo que cueste. Se apoyó en proveedores como TomTom para rehacer la base de datos de puntos de interés y referencias. Empezó a actualizar los datos de mapas cada día, en lugar de hacerlo por grandes tandas, corrigiendo errores a un ritmo mucho más alto.
Compró empresas especializadas en cartografía y GPS de alta precisión capaces de localizar con exactitud de centímetros. Solicitó permiso para usar drones en la captura de datos y multiplicó los vuelos de sus coches con cámaras para mejorar el relieve y las texturas.
Hoy, para muchos, Apple Maps es el navegador que usan a diario y ya no es raro oír que se prefiere frente a Google Maps en determinadas ciudades. Pero, aunque el producto se haya redimido, la mancha de aquel lanzamiento sigue citándose como uno de los grandes tropiezos de la historia de Apple.
Una lección que resuena en 2025
Visto con esa perspectiva, el caso Scott Forstall contrasta con lo que está viviendo Apple estos meses. Estamos viendo salidas de alto calibre: Ruoming Pang fichando por Meta por una millonada, junto al jefe de diseño Alan Dye, que también se va a Meta. Pero la pieza que realmente cierra el círculo con 2012 es la de John Giannandrea.
Su historia es la de una promesa rota, igual que la de los mapas, pero con un final distinto. Apple lo fichó en 2018 como la gran estrella de Google para arreglar Siri de una vez por todas. Siete años después, el resultado es un "quiero y no puedo". La nueva Siri revolucionaria se ha retrasado, el equipo de IA se ha desmoralizado viendo cómo se fugaban talentos a la competencia y, al final, la solución de emergencia ha sido mirar fuera.
John Giannandrea y Craig Federighi en el Apple Park en la WWDC24, cuando presentaron Apple Intelligence
Apple acaba de fichar a Amar Subramanya, un exingeniero de Google y Microsoft, para integrar el cerebro de Google Gemini en la próxima Siri. Es decir, el hombre que vino para hacer a Apple independiente en IA se marcha justo cuando Apple firma su dependencia con Google.
En términos fríos, es un fracaso estratégico de manual. Un proyecto que consume años y recursos para acabar recurriendo a la tecnología del rival. Pero la diferencia aquí es que esa nueva Siri se logró frenar a tiempo y, aunque no es una serie líder, no llegó a salir y cometer fallos o errores, como sí pasó con los mapas. Por eso John Giannandrea, aunque ha terminado saliendo de Apple, no firma una carta de disculpa.
Oficialmente se anuncia su jubilación para la primavera de 2026, se le mantiene como asesor un tiempo y se desmantela su división, repartiendo sus pedazos entre Craig Federighi, Eddy Cue y Sabih Khan.
Lo de Scott Forstall fue disciplina pura y dura, una ejecución en la plaza del pueblo para que todos tomaran nota. Lo de Giannandrea es alta política corporativa: cómo gestionar un tropiezo monumental sin que parezca una crisis.
Hoy Apple despide el año con una oleada de adioses y reestructuraciones que nos tienen a todos mirando de reojo al futuro de la compañía. Pero conviene no olvidar que el despido más importante de la era Tim Cook no fue por dinero, ni por una guerra de IA, ni por una contraoferta de la competencia. Fue, simplemente, por una negativa a pedir perdón.
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