QuickTime Player es una de esas aplicaciones que sobreviven en la carpeta de Utilidades de todos los Mac. A menudo ignorada, pero que en su momento fue fundamental para que el vídeo digital dejara de ser un lujo técnico. Es cierto que hoy en día su icono acumula polvo digital en muchos Docks: con el dominio absoluto del streaming, YouTube y las redes sociales, la necesidad de reproducir un archivo de vídeo local se ha convertido en una rareza.
Sin embargo, para muchos de nosotros sigue siendo una herramienta de trabajo, aunque quizás no para lo que fue diseñada originalmente. En mi caso personal, y seguramente en el de muchos usuarios profesionales, QuickTime ha pasado de ser un reproductor de cine a una herramienta de producción: la uso para replicar lo que sucede en la pantalla de mi iPhone en el Mac o incluso para realizar ediciones rápidas sin tener que abrir apps más pesadas.
Pero para entender por qué sigue instalada en cada Mac nuevo que sale al mercado, hay que recordar que esta aplicación fue la que enseñó a los ordenadores personales a mover vídeo con soltura.
El motor que arrancó el vídeo en los ordenadores
A principios de los 90, la idea de ver un vídeo en un ordenador sonaba a ciencia ficción. No existía una forma estándar de hacerlo, y los intentos requerían hardware especializado carísimo. El lanzamiento de QuickTime en 1991 fue la solución de software que inició la industria de los reproductores. Logró que el vídeo y el audio se reprodujeran a la vez y sin saltos, algo que hoy damos por hecho pero que entonces era un verdadero dolor de cabeza.
Su impacto fue inmediato y masivo. QuickTime se convirtió en la tecnología detrás de los primeros tráilers de películas que se vieron online (el de Star Wars: Episodio I colapsó los servidores de Apple en 1998) y de los videoclips que empezaron a circular por la red. Fue la base sobre la que se construyeron los primeros juegos con escenas de vídeo y aplicaciones educativas interactivas.
Apple supo ver su potencial más allá de sus propios ordenadores. Lanzó una versión para Windows, convirtiéndose en una instalación casi obligatoria para cualquiera que quisiera consumir contenido multimedia. Y para los más avanzados, vendía QuickTime Pro por unos 30 dólares, una versión "vitaminada" que desbloqueaba funciones de edición y conversión, un pequeño negocio que duró años.
Sin embargo, a mediados de los 2000, el panorama se complicó. Internet se llenó de formatos de vídeo diferentes (como el famoso .avi de Windows o los primeros formatos de Flash), y QuickTime se encontró con un muro: las licencias. Apple no podía (o no quería) pagar por hacer su reproductor compatible con toda esa amalgama de formatos que circulaban por la red.
El resultado era frustrante: tenías el vídeo, pero QuickTime no podía abrirlo. La gente solo quería hacer doble clic y que funcionara, y ahí fue donde aplicaciones "todoterreno" como VLC ganaron la partida, simplemente porque lo leían todo sin preguntar.
El streaming cambió los hábitos, pero la utilidad permanece
El golpe definitivo al uso tradicional de QuickTime llegó con la nube. YouTube, Vimeo y posteriormente gigantes como Netflix sacaron el contenido de nuestros discos duros para llevarlo al navegador. La reproducción de archivos guardados en el ordenador quedó para cosas muy puntuales.
Entonces, ¿por qué Apple sigue manteniendo y actualizando QuickTime Player? Porque ha sabido reconvertirse. Lejos de quedarse como un reproductor antiguo, hoy funciona como una utilidad del sistema rápida y eficaz para tareas que, de otro modo, requerirían buscar y bajar otras aplicaciones.
- Grabación de pantalla y dispositivos: es la forma más rápida y nativa de capturar lo que ocurre en tu Mac o grabar la pantalla de un iPhone/iPad conectado por cable con una calidad perfecta.
- Edición exprés: ¿Necesitas recortar el principio de un vídeo, unir dos clips o extraer solo el audio de una entrevista? QuickTime lo hace en segundos, sin esperas ni menús complicados.
- Conversión de formatos: sigue siendo una vía excelente para reducir el peso de un vídeo o cambiar su formato para que sea compatible con otros dispositivos.
Puede que ya no sea el rey del salón para ver películas, y es evidente que nuestros hábitos le han restado protagonismo. Pero QuickTime ha sabido envejecer con dignidad, pasando de ser la estrella del show a convertirse en ese utilitario fiable y gratuito que siempre está ahí para sacarte de un apuro. Porque como dice el dicho: quien tuvo, retuvo.
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