Quién es Jan Koum, el empleado que se marchó para inventar WhatsApp imitando una idea de Steve Jobs

Quién es Jan Koum, el empleado que se marchó para inventar WhatsApp imitando una idea de Steve Jobs

De Yahoo a Meta: el fundador de WhatsApp pasó de la miseria a una riqueza de casi 20.000 millones

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Se puede decir sin miedo: Jan Koum es una de las personas más importantes del mundo moderno. Y uno de los emprendedores más exitosos del siglo XXI. Qué decir de su aplicación de mensajería instantánea, WhatsApp: la usan casi tres mil millones de personas. Su historia, sin embargo, queda muy lejos del típico relato del genio de la tecnología nacido en Silicon Valley.

Quién le diría a este inmigrante ucraniano, que con 16 años vivía de subsidios y cupones, fregando suelos y alimentándose del comedor social del barrio, acabaría con un patrimonio de unos 20.000 millones de dólares. Y todo comenzó con un enfado, un iPhone recién comprado y una idea.

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Quién es Jan Kuom, cofundador de WhatsApp

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Pero, ¿quién es Jan Koum? Nacido en Kiev, Ucrania, bajo el nombre de Yan Borysovych Kum, este informático creció en el seno de una familia judía pobre y oprimida por el régimen soviético. A los 16 años, emigró con su madre y su abuela a Estados Unidos, donde se instalaron en un pisito en Mountain View, California. Su padre se quedó en Ucrania y murió en 1997.

Ese mismo año, Koum trabajaba de tester en Ernst & Young. Allí conoció a su media naranja en lo laboral, a Brian Acton, con quien más tarde fundaría WhatsApp. Por otro lado y tras una amarga batalla, su madre falleció de cáncer en el 2000. Era la niñera del barrio. Koum, por aquel entonces, trabajaba en Yahoo como ingeniero de infraestructura, al lado de la mesa de Brian Acton, inspeccionando el sistema de publicidad de la compañía, el Proyecto Panamá.

De Yahoo a WhatsApp

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Acton estaba bastante quemado: "invirtió en el auge de las puntocom y perdió millones en la crisis del año 2000", como relata Forbes. Kuom tampoco andaba mejor, poco inspirado y menos satisfecho. En 2007, Koum y Acton dejan Yahoo y se toman un año sabático. Bueno, la realidad es que ambos llamaron a la puerta de Facebook y ambos fueron rechazados. En 2008 siguen con su viaje descompresivo. Así recuerda sus días en Argentina: "conseguí una tarjeta SIM pero no pude entender cómo hacer para que me llamasen. ¡Los códigos de marcación y los prefijos son tan complicados!".

Fue entonces cuando Koum tuvo la idea de crear una aplicación de mensajería que aprovechara la conexión a internet de los teléfonos inteligentes. Por el camino se fundió los 400.000 dólares ahorrados pero no sin antes comprarse un iPhone. Fue entonces cuando se dio cuenta de que aquella App Store recién nacida podría ser un nuevo y boyante mercado. Visitó a Alex Fishman, "un amigo ruso que invitaba a la comunidad rusa local a su casa en el oeste de San José para pasar noches de cine y pizza todas las semanas".

Koum tenía una idea: mostrar el estado del usuario. ¿Y si tenía poca batería, y si estaba ocupado? Perdía decenas de llamadas cada vez que estaba en el gimnasio, sin saber a quiénes pertenecían esos números. Kuom necesitaba a un desarrollador de iPhone y su hombre fue el ruso Igor Solomennikov. Así nació WhatsApp, en 2009, con el apoyo financiero de Acton, que invirtió 250.000 dólares.

¿Por qué Apple?

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Mientras él viajaba, Jobs peleaba por construir un nuevo mercado de hardware y software. Koum cuenta, en la mejor y más reveladora entrevista que le han hecho jamás, cómo se inspiró en la idea de WhatsApp al ver que su iPhone tenía una función de estado que mostraba si el usuario estaba disponible o no. Y Koum pensó que sería útil crear una aplicación que permitiera a los usuarios comunicarse entre ellos y cambiar su estado según su conveniencia. Una idea, remarcamos, venida del equipo de Steve Jobs.

Puede entenderse la deuda moral que Koum contrajo. Él quería una app basada en la simplicidad y la utilidad, algo muy "Apple" que no distrajese con funciones complicadas. Pero ahora había que capitalizar la idea: WhatsApp nació muerto, sin usuarios. Desesperado, Koum empezó a plantearse otro trabajo. "Dale unos meses más", le recomendó Acton.

En junio de 2009, con iOS 3 —iPhone OS 3.0, como se conocía entonces—, Apple introdujo las notificaciones automáticas. Y todo cambió. A lo bestia. La gente descargó dede iTunes la nueva versión y Jan aprovechó para actualizar WhatsApp. Si ahora  cambiabas de estado, por ejemplo a un "No puedo hablar, estoy en el gimnasio", el iPhone enviaba un aviso a todos los contactos de tu red. Y funcionó. Aquello fue mutando en una especie de mensajería instantánea. Y por solo 0,89 euros. Olvídate de los SMS o los MMS a unos cuantos céntimos por unos pocos caracteres.

Catalgo

Steve Jobs se enfadó, claro: WhatsApp estaba usando demasiado ancho de banda. Se quejó a Koum y le pidió que redujera el tamaño de las fotos que enviaban los usuarios. Koum se negó a hacerlo, argumentando que eso afectaría la calidad del servicio. Ambos tenían razón. WhatsApp comenzó a reducir la calidad de los archivos multimedia y optimizar sus procesos de comunicación, sin perder esa simplicidad y rapidez que le caracterizaba.

En 2010 llegó a Android y lo hizo a coste cero; en 2011, a Windows. Y free, para siempre, por muchas cadenas de mensajes virales que recibas. En 2011 ya se podían crear grupos de 15 personas —las "peñas", como lo denominaban algunos—. En 2014, WhatsApp ya contaba con casi 500 millones de usuarios activos cada mes, siguiendo sus mismos principios.

Un servicio cortesía de META

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Hasta que llegó el ansiado momento. Una tarde de verano, Koum recibió una llamada de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook. Quería comprar WhatsApp y le puso sobre la mesa 19.000 millones de dólares. No existía un precedente igual. De la noche a la mañana, Koum viró a ser uno de los hombres más ricos del planeta, con silla en el consejo de administración de Facebook. Hasta que las presiones por transformar su pequeña gran idea le "invitaron" a levantarse de la misma. Hoy WhatsApp, como reza su pantalla de inicio, solo es un servicio cortesía de META.

Ya se sabe lo que sigue: los ingenieros de Zuckerberg integraron WhatsApp a su gran ecosistema —Facebook e Instagram y, de ahí, al cosmos empresarial— de mercadeo de datos, llenando de publicidad aquellos verdes prados. Koum y Jobs se enfrentaron alguna que otra vez, pero al menos siempre mantuvieron la misma visión en materia de privacidad. Dar pasos en esa dirección es la mejor forma de proteger el legado de ambos.

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