El sensor de oxígeno del Apple Watch me fastidió la Navidad, pero también me salvó la vida

El sensor de oxígeno del Apple Watch me fastidió la Navidad, pero también me salvó la vida

En Estados Unidos está prohibido, pero "el sensor de oxígeno del Apple Watch me salvó la vida en Navidad"

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Si vives en España, sabrás que las pasadas fiestas navideñas estuvieron repletas de virus respiratorios. Desde la clásica gripe estacional hasta el ya temido COVID-19, pasando por otras decenas de infecciones que, en algunos casos, se podían agravar mucho. Es el caso que tristemente me tocó vivir casi en primera persona, acompañando a una buena amiga llamada Lucía y que tuvo en el Apple Watch su mejor aliado.

Más en concreto fue el sensor de oxígeno de su Apple Watch Series 6. Sí, ese mismo sensor prohibido en Estados Unidos ahora por las disputas judiciales de Apple con Masimo. Llegué a escuchar como portavoces de estos últimos decían que el sensor del reloj de Apple no era certero. Pues vaya si lo fue en el caso de Lucía. ¡Menos mal que lo fue!

No había síntomas claros, pero el Apple Watch ya mandaba avisos

Llevo desde 2017 escribiendo sobre Apple y como entusiasta de la tecnología y de la marca muchos años más. De ahí que en todos estos años haya leído y escrito muchas noticias sobre Apple Watch salvando vidas. Sin ir más lejos, hace una semana mi compañero Miguel se hacía eco de un acontecimiento así vivido en un avión.

Lo de "salvar la vida" siempre me ha chirriado porque, como a muchos otros lectores, me parecía tender a la exageración. Y bien, entendiendo que un Apple Watch no salva la vida por sí mismo, sino que es el equipo médico quien lo hace en cada caso, lo cierto es que el dispositivo de Apple resulta fundamental para tener la primera alerta. Y es justo lo que pasó con mi amiga Lucía.

Cuando se vive de cerca, eso de "salvar la vida" no es una expresión exagerada.

Ella llevaba ya alrededor de una semana con mucha tos. De hecho, había ya pasado por la consulta médica y el diagnóstico era el de un "simple" resfriado, aumentado quizás debido a otras circunstancias de estrés que estaba viviendo. El caso es que, quitando esa molesta tos, Lucía se sentía bien. No tenía problemas para respirar, o eso creía.

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Estando ya muy cerca de la Nochevieja, a Lucía le empezaron a saltar algunos signos alarmantes en el Apple Watch. El sensor de oxígeno en sangre, que realiza mediciones automáticas cada cierto tiempo, le arrojaba una saturación inferior al 90%. Si desconoces estos valores, decir que lo normal es tenerlo entre un 95% y un 100%, siendo algo preocupante tenerlo entre el 90% y 94%, y siendo ya peligroso del 89% hacia abajo.

Uno de los indicios de que la sangre no tiene los niveles óptimos de oxígeno (y por ende sus tejidos no se oxigenaban correctamente) es tener la saturación baja. Y este era el caso. Ni qué decir tiene por tanto que la vida de Lucía podía correr peligro de ser ciertos esos valores. De primeras, yo me asusté, aunque hablando con ella y viéndola aparentemente bien (salvo por la tos) no nos preocupamos en exceso. El susto grande vino cuando no sólo el Apple Watch marcaba esos bajos niveles. Un oxímetro que teníamos por casa marcaba lo mismo.

Primera visita al hospital, alta médica y… nuevas alertas del Apple Watch

Dadas las circunstancias y con el fin de quedarnos tranquilos y no vivir un fin de año problemático, acompañé a Lucía a las urgencias del hospital más cercano. Tras varias pruebas como analíticas de sangre o radiografías y haber estado con aerosoles con oxígeno, Lucía empezó a saturar por encima del 95%. No llegó a estar ni siquiera ingresada, por lo que los médicos le recetaron corticoides e inhaladores para frenar la tos y el virus respiratorio que, por cierto, no fue ni gripe, ni COVID, dado que las PCR realizadas dieron negativo en ellos.

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Mucho más tranquilos, pasamos por la farmacia a comprar lo que hacía falta y volvimos a casa. Todo estaba aparentemente bien, pese a que el Apple Watch empezó a marcar una saturación que no pasaba del 94%, pero como tampoco bajaba del 92% lo dimos erróneamente por bueno. Al fin y al cabo tenía principios de bronquitis y entraba dentro de lo normal. Con reposo y medicinas, se iría pasando.

Pues nada de eso ocurrió. La mañana del 30 de diciembre empezaba con Lucía sin haber podido pegar ojo en toda la noche a causa de una tos que cada vez iba a más y un malestar general que le agotaba física y mentalmente. Para colmo, el Apple Watch volvía a marcar índices de saturación de entre el 88% y el 90%.

No mejoraba la cosa ni siquiera con los inhaladores, así que fuimos a las urgencias ambulatorias del pueblo donde estábamos. Allí le volvieron a poner aerosoles a Lucía y sí, durante ese rato saturaba bien, llegando casi al 100%. Sin embargo, a los pocos minutos de retirarle los aerosoles, la saturación volvía a caer en picado. Los doctores del ambulatorio no tuvieron dudas: debía volver al hospital de inmediato.

Ingreso hospitalario y un final de año para olvidar (y valorar)

Tan grave se veía el asunto que los doctores del ambulatorio nos sugirieron ir al hospital en ambulancia, aunque declinamos ese transporte por causas que no vienen ahora a cuento. El caso es que tras llegar a las urgencias del hospital y saberse que Lucía ya había acudido el día anterior con un cuadro similar, los médicos no dudaron en dejarla ingresada con idea de estar en continua vigilancia y con oxígeno permanente.

A Lucía le realizaron otras tantas pruebas como la tarde anterior y por suerte no se encontró nada grave. No al menos como para requerir intervenciones más urgentes. Tenía los bronquios muy cerrados y sólo la continua entrada de oxígeno y medicación podía ayudarle. Durante la noche el asunto pintaba feo. Los constantes pitidos de las maquinitas del box indicaban que la saturación caía por debajo del 90%.

Imagen 4 Como curiosidad, la "tele" del box hospitalario en el que estábamos era un iPad con un software adaptado a los pacientes y a su entretenimiento

Las enfermeras estuvieron en constante vigilancia y en hasta dos ocasiones durante la noche tuvieron que pasar a ponerle oxígeno vía mascarilla, ya que el flujo que proporcionaban las gafas nasales no le estaba aportando el oxígeno necesario. Tanto es así, que a la mañana siguiente yo era muy pesimista con que recibiese el alta. De hecho, sabiendo que podía estar como acompañante, ya vislumbraba la cuenta atrás a 2024 en un triste box hospitalario.

Para mi (nuestra) sorpresa, tras varios minutos sin oxígeno por la mañana, la saturación se mantenía entre el 94 y 96%. Los más bajos no es que fuesen valores muy buenos, pero sin duda se notaba una evolución. Tanta que Lucía recibió el alta aquella mañana y pudo pasar el final de año en casa, aunque no sin estar medicada hasta las entrañas.

La recuperación fue algo lenta, la tos no remitió hasta pasados mediados de enero, pero con revisiones rutinarias y con el Apple Watch como acompañante para atestiguarlo, la saturación fue mejorando cada día. Afortunadamente quedó en un susto que, en palabras de los médicos, podría haber sido mucho más grave si Lucía no llega a acudir al hospital.

Así que sí, unas fiestas navideñas extrañas, pero a salvo. Y todo con una lección y un consejo para dar a cualquiera con un reloj de Apple: si el Apple Watch te avisa de alguna anomalía, no lo ignores y acude al médico. Da igual que no te sientas mal (Lucía tampoco se sentía especialmente mal). En el mejor de los casos será una falsa alarma y podrás quedarte tranquilo, mientras que en el caso contrario puede resultar crucial para tu vida. Literalmente.

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